Poemas, Puntos de fuga, Pasajes por el poeta alemán Tom Schulz (leído en Latinale 2006)

Los siglos de la poesía son enormes armarios de roble en los cuales, entre polvo y pegamento disecado, se encuentran almacenadas las obras de la poesía como bandas de freno. Los poetas, que con tanto esmero no queremos extrañar, hasta llegar al fondo del vino de sus versos pesados como cascos de caballo y cuyos cantos generales de cuna permea de vez en cuando la formica. Pareciera que la enorme sala donde reposan los valiosos escritos fuera un mausoleo o un museo de cera despoblado. Se asoma el crepúsculo sobre el abasto babilónico. Los mirones del lenguaje se perdieron en los márgenes del milenio. Los curadores se pegaron un tiro. Los jugadores componen sus cartas de despedida. Los guardianes del museo apagan las luces. Los serenos aparecen, toman su turno, luego se van. Nosotros nos quedamos. Afuera, expuestos a una realidad autogestionada. Poemas, puntos de fuga, pasajes.

Si se revisan los seminarios de Peter Sloterdijk sobre la poesía el punto sería: venir al lenguaje, venir al mundo. Yo quisiera añadir: el lenguaje es la única libertad en la que vivimos. La comprensión del mundo que caracteriza a los textos de los y las poetas de Argentina, Brasil, Chile, la República Dominicana, El Salvador, México, Perú y Uruguay nos muestran nuevas perspectivas e introspectivas: los mayas en tranvía, las blusas simples rosadas, blancas y estrechas. Viajamos en guagua, el poema no arranca, como no arranca el día, quedan los animales que dan lucro. Observamos a Neruda cómo se las arregla con un globo en una discoteca, Aprendemos de nuevo lo que es el mar, presentimos lo que pesa un kilo de carne molida en estado de enamoramiento, cómo preparar salsa Caruso, para poder ofrecérsela/lamer al amante, huestes vocálicas debajo de la lengua, la cuerda de la caña de pescar en la mano, el pez boquiabierto.

Ésta, aún joven poesía latinoamericana, aunque aborde una gran cantidad de estilos diversos, ya no canta a los héroes. Esperamos en vano a que alguno de ellos eleve a los pedestales, a superhéroes, a Borges o a Paz. Tal como dijo Mickel, la tradición, si es demasiado fuerte, evita el surgimiento de lo nuevo. La tradición, como ilusión de la permanencia. Permítanme citar: con mala suerte corre la madera que un día despierte como violín.

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