Francis Alÿs o el arte del paseante
Conocido globalmente como uno de los artistas contemporáneos más importantes, Francis Alÿs es uno de esos personajes de los que se habla en el mundillo de las artes pero que pocos conocen personalmente. Es reservado pero afable, casi etéreo (su complexión física es un elogio a lo magro) pero firme, sustancioso. Su obra, creada en diversos soportes como el video, la instalación o la pintura, ha estado profundamente vinculada a su ya larga residencia en la Ciudad de México y, para ser exactos, a su relación cotidiana de habitante del Centro de esta ciudad.
Alÿs, paseante empedernido, a la mejor manera de Rosseau, ha hecho de estos “paseos” un arte: el Centro se convierte en el espejo de una sociedad siempre en tránsito, decadente pero airosa. Una imagen de uno de esos perros vagabundos, echado en la calle junto a su compadre (imagen tan cotidiana en los países de Latinoamérica), aquel hombre que duerme en busca de reparo de la borrachera de la noche anterior, imagen común, diaria pero que a través de la mirada de Alÿs se abre para especular un significado (o varios) hacia el interior de la condición humana.
Entrevistamos a Alÿs con motivo de la reciente publicación de su libro El Centro Histórico de la Ciudad de México (Turner, España, 2006) con textos de Carlos Monsiváis, en donde habla de su estrecha vinculación con la primera zona de esa caótica, caudalosa y eufórica dimensión que es la Ciudad de México.
¿Qué representa para ti ser un paseante?
Ha sido un espacio de cuestionamiento. Es un campo de operaciones inmediatas, muy accesible y que me ha permitido a la vez una conciencia de lo que hay alrededor de mi y desde el cual he desarrollado una serie de pensamientos más personales. Lo uso como medio, como campo de trabajo. El “pasear” es una actividad donde se han desarrollado la mayoría de mis trabajos. Funciono más en los espacios “entre”, es decir, en aquellos que van de un lado a otro: de la calle al video, de la escuela de mi hijo a mi estudio. Caminar es mi último espacio privado. No hay un método es una actitud. Estás absorbido por un proceso de pensamiento y de interferencia, voy pensando mis proyectos al caminar. El espacio del paseo no te limita: estás abierto a todas las experiencias.
En tu trabajo hay siempre una suerte de documentación o bosquejo del proceso creativo antes de llegar a la obra misma, ¿qué significa dicho proceso para ti?
Reubicar el espacio donde está la vida real del proyecto. Una obra es la concretización de ese proceso. La imagen final es la consecuencia final de elementos anteriores. Son diferentes momentos. La elaboración es la etapa en la que dialogan la realidad y la anécdota.
¿Cómo vas creando entonces tus piezas?
Cuando hay más colaboradores en los proyectos la idea original puede ir cambiando. Me interesa todo aquello que generó el texto, la imagen, el video, en la forma final. Creo que al llegar al proyecto final estas limitando la lectura de la pieza, por eso me interesa siempre lo anterior, esto te sigue mandando potencialmente a otros escenarios. Por ejemplo, en la pintura, cuando llego frente al bastidor la imagen ya está hecha. No soy un pintor que invente o imagine, la imagen está ya resuelta. La resolución estética es necesaria pero no es lo último como poder de comunicación más eficaz. A mí me interesa transmitir la imagen lo más fielmente posible.
Podría pensarse que un artista considerado conceptual como tú no tendría mayor interés en la pintura, sin embargo en tu caso esto es más que falso. ¿Cómo es tu relación con la pintura?
No tengo formación como artista, cualquier medio es bueno para mí. Yo soy arquitecto. La pintura ha sido la manera de generar un contacto con la gente que le gusta la pintura, porque es uno de los códigos artísticos aceptados en la comunidad. No quiero que mi obra sólo se quede en la élite del arte contemporáneo. Siempre hay que mantener las posibilidades abiertas. Pintar es un poco frenar la carrera. Tiene un espacio hasta terapéutico, tienes que tener un espacio mental. La pintura puede ser la esencia de un proyecto, equivalente a la intención subyacente a la acción, y también me funciona para reubicar el proyecto a un nivel personal. La pintura de igual manera me ha permitido financiar todo tipo de proyectos y no depender de un patrocinador exclusivo.
¿Qué significa para ti el Centro Histórico de la Ciudad de México?
La ciudad ha ido cambiando y yo he ido cambiando. Crees que ya cubriste el terreno pero el terreno ha cambiado. Si me voy de la ciudad, volveré. Tengo adicción por la Ciudad de México. El campo de investigación que me abrió provocó nuevas piezas. Como un outsider reconocí un territorio, como un perro que va haciendo una sucesión de marcas personales. Proviene de una cierta incompetencia, no entendía los códigos y quería comprenderlos. Mi visión sobre el Centro de la ciudad es una mirada poética, personal, emocional. Es un retrato de esta vida y de la vida que yo he pasado en sus calles.
Alÿs, paseante empedernido, a la mejor manera de Rosseau, ha hecho de estos “paseos” un arte: el Centro se convierte en el espejo de una sociedad siempre en tránsito, decadente pero airosa. Una imagen de uno de esos perros vagabundos, echado en la calle junto a su compadre (imagen tan cotidiana en los países de Latinoamérica), aquel hombre que duerme en busca de reparo de la borrachera de la noche anterior, imagen común, diaria pero que a través de la mirada de Alÿs se abre para especular un significado (o varios) hacia el interior de la condición humana.
Entrevistamos a Alÿs con motivo de la reciente publicación de su libro El Centro Histórico de la Ciudad de México (Turner, España, 2006) con textos de Carlos Monsiváis, en donde habla de su estrecha vinculación con la primera zona de esa caótica, caudalosa y eufórica dimensión que es la Ciudad de México.
¿Qué representa para ti ser un paseante?
Ha sido un espacio de cuestionamiento. Es un campo de operaciones inmediatas, muy accesible y que me ha permitido a la vez una conciencia de lo que hay alrededor de mi y desde el cual he desarrollado una serie de pensamientos más personales. Lo uso como medio, como campo de trabajo. El “pasear” es una actividad donde se han desarrollado la mayoría de mis trabajos. Funciono más en los espacios “entre”, es decir, en aquellos que van de un lado a otro: de la calle al video, de la escuela de mi hijo a mi estudio. Caminar es mi último espacio privado. No hay un método es una actitud. Estás absorbido por un proceso de pensamiento y de interferencia, voy pensando mis proyectos al caminar. El espacio del paseo no te limita: estás abierto a todas las experiencias.
En tu trabajo hay siempre una suerte de documentación o bosquejo del proceso creativo antes de llegar a la obra misma, ¿qué significa dicho proceso para ti?
Reubicar el espacio donde está la vida real del proyecto. Una obra es la concretización de ese proceso. La imagen final es la consecuencia final de elementos anteriores. Son diferentes momentos. La elaboración es la etapa en la que dialogan la realidad y la anécdota.
¿Cómo vas creando entonces tus piezas?
Cuando hay más colaboradores en los proyectos la idea original puede ir cambiando. Me interesa todo aquello que generó el texto, la imagen, el video, en la forma final. Creo que al llegar al proyecto final estas limitando la lectura de la pieza, por eso me interesa siempre lo anterior, esto te sigue mandando potencialmente a otros escenarios. Por ejemplo, en la pintura, cuando llego frente al bastidor la imagen ya está hecha. No soy un pintor que invente o imagine, la imagen está ya resuelta. La resolución estética es necesaria pero no es lo último como poder de comunicación más eficaz. A mí me interesa transmitir la imagen lo más fielmente posible.
Podría pensarse que un artista considerado conceptual como tú no tendría mayor interés en la pintura, sin embargo en tu caso esto es más que falso. ¿Cómo es tu relación con la pintura?
No tengo formación como artista, cualquier medio es bueno para mí. Yo soy arquitecto. La pintura ha sido la manera de generar un contacto con la gente que le gusta la pintura, porque es uno de los códigos artísticos aceptados en la comunidad. No quiero que mi obra sólo se quede en la élite del arte contemporáneo. Siempre hay que mantener las posibilidades abiertas. Pintar es un poco frenar la carrera. Tiene un espacio hasta terapéutico, tienes que tener un espacio mental. La pintura puede ser la esencia de un proyecto, equivalente a la intención subyacente a la acción, y también me funciona para reubicar el proyecto a un nivel personal. La pintura de igual manera me ha permitido financiar todo tipo de proyectos y no depender de un patrocinador exclusivo.
¿Qué significa para ti el Centro Histórico de la Ciudad de México?
La ciudad ha ido cambiando y yo he ido cambiando. Crees que ya cubriste el terreno pero el terreno ha cambiado. Si me voy de la ciudad, volveré. Tengo adicción por la Ciudad de México. El campo de investigación que me abrió provocó nuevas piezas. Como un outsider reconocí un territorio, como un perro que va haciendo una sucesión de marcas personales. Proviene de una cierta incompetencia, no entendía los códigos y quería comprenderlos. Mi visión sobre el Centro de la ciudad es una mirada poética, personal, emocional. Es un retrato de esta vida y de la vida que yo he pasado en sus calles.
Comentarios
Manolo
al final alÿs no dijo qué significa para él el centro histórico [del que spy ultrafán];
el poema del pato está muy bien, entrañable. una pregunta: ¿por qué ovidio?
¡quiero ser poeta a domicilio! puedes leer cosas recientes siguiendo cualquiera de estos links